domingo, 1 de noviembre de 2015

Las diez puertas para la restauración familiar

¿Qué es lo que simboliza una muralla?
Uno de los lugares más famosos de nuestro mundo, la muralla de Berlín, construida en 1961, es el símbolo más importante de la división anterior de Alemania. Hoy ya esa muralla no existe. No obstante lo que queremos significar es el sentido de la muralla. Ya que si bien la muralla de Berlín tenía como propósito dividir,  lo que es normal es que una muralla simbolice la fortaleza y la protección. En las ciudades antiguas el único medio verdadero de defensa eran las murallas.

¿Qué quiere decir, entonces, reconstruir las murallas de nuestra vida?
Nehemías es el relato de la reconstrucción de las murallas de Jerusalén y a su vez Jerusalén es un símbolo de la ciudad de Dios, el lugar donde él habita y el centro de la vida para el mundo. Por lo tanto, en la vida de la persona, la reconstrucción de las murallas sería una imagen del restablecimiento de la fortaleza en esa vida. Todos hemos conocido a personas cuyas defensas se han desmoronado. Se han convertido en personas sin esperanza y completamente impotentes, pero con frecuencia Dios, en su gracia e inmenso amor, extiende su mano y toca las vidas de algunas de estas personas y las acerca  con el fin de reconstruir las murallas.

Cuando esa muralla es reconstruida en  la familia comenzamos a hablar de una familia sana.
¿Qué es lo que una familia debe tener para crecer sana?
Todos recibimos una visión distinta de lo que es una familia de acuerdo a lo que hayamos vivido en nuestras propias familias. Esto indica que para alguna familia lo normal sea pelearse todo el tiempo y para otra lo normal sea evitar el conflicto. Lo normal puede ser confiar en los otros o lo normal puede ser desconfiar, cuando lo que me transmiten es desesperanza estaré esperando recibir lo peor y no lo mejor.

Hay varios pasos que tienen que ser llevados a cabo y son los pasos que diò Nehemías. Esto se trata de un proceso que se inicia con la preocupación y duelo por las ruinas de esas murallas que se han desmoronado, a esto le sigue la confesión y aceptación de los errores, ya que en toda situación de ruina, sabemos que algo no estuvo bien, en tercer lugar está la entrega al proyecto de reconstrucción y  la entrega a Dios de aquello que no podrá hacer con sus propias fuerzas, cuarto: valentía al llevar a cabo el plan de reconstrucción, y por último la inspección minuciosa de lo que estaba dañado para saber por donde comenzar y cuales eran las necesidades.

El primer paso en este proceso aparece en Nehemías1, versículo 4, que comienza con el interés por las ruinas. Nehemías dice: "Cuando escuché estas palabras, me senté, lloré e hice duelo por algunos días. Ayuné y oré delante del Dios de los cielos”.  No lograremos nunca construir las murallas de nuestras vidas sin antes tener una genuina preocupación por las ruinas.
¿Alguna vez hemos mirado con detenimiento las ruinas de nuestras propias vidas?
¿Hemos examinado las posibilidades que Dios nos ha concedido en nuestras vidas y nos hemos dado cuenta de lo mucho que nos hemos desviado de ese potencial?
Dios al igual que a Nehemías nos advierte acerca de la desolación y la ruina que existe.
Cuando Nehemías escucha este informe acerca de Jerusalén, llora y ora durante días enteros, mostrando su profunda preocupación.
Las murallas de nuestras vidas no serán reconstruidas hasta no haber llorado primero por las ruinas.
Cuando lloramos tenemos la posibilidad de extraer de nuestro interior la tristeza, la angustia, el dolor por lo perdido, y esas lágrimas son realmente para sanidad, sanan nuestra alma y nos abren el panorama para la reconstrucción.
La elaboración de los sucesos ocurridos comienza con las lágrimas, y luego la sanidad de las heridas, el perdón,  y la construcción de nuevos y sanos patrones de conducta y de vida irán levantando murallas  que nos mantendrán a salvo.
En ese tiempo de duelo, el cual es la reacción normal después de una pérdida y el cual supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación, habrá una elaboración la que significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración. Se irán asimilando las situaciones vividas, las emociones, la voluntad quebrada y las heridas recibidas, donde podremos advertir la sabiduría, en el tiempo de Dios quién es redentor y es luz para nuestras almas.


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