El ser humano es un ser integral compuesto por espíritu,
alma y cuerpo, conformando un todo con una función específica cada uno.
Podemos identificar el cuerpo, pues lo vemos y es tangible a
los sentidos, pero respecto no podemos decir lo mismo, ya que el alma esta
compuesta por emociones, voluntad, intelecto, razón, las cosas conscientes e inconscientes.
Y el espíritu es la esencia del hombre, la parte divina, la parte que ha sido
creada por Dios para tener relación con Dios.
El espíritu es aquel que tiene capacidad para discernir
entre lo bueno y lo malo, discernir al Señor, y la capacidad de adorar a Dios
(Juan 4:23 “Mas la hora viene, y ahora
es, cuando los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.”)
El alma es el área de nuestra personalidad donde están
alojadas también las heridas, las cuales al no estar sanadas no nos permiten
tener la capacidad de retener la bendición y la presencia de Dios. Esas heridas
causadas por los recuerdos de situaciones y de personas que marcaron el alma, a
pesar de quedar en el pasado, siguen latentes y afectan el modo de vivir de las
personas. La reconciliación con el pasado, nos ayudará a identificar y curar
las heridas de la vida que limitan el presente.
Las heridas del alma generan modalidades de comportamiento y
estas generan fortalezas espirituales (2da.Corintios 10:3-6)
Pues aunque andamos
en la carne, no militamos según la carne;
“porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra
el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo,
y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando
vuestra obediencia sea perfecta.”
La definición de fortaleza negativa es una mentalidad
impregnada de desesperanza que causa que el creyente acepte como inmutable
alguna cosa que sabe es contraria a la voluntad de Dios, interceptando la
posibilidad de entrar al conocimiento de Dios.
En la sanidad del alma es necesario hacer contacto con el
paisaje interior, de manera que al conocerlo nos comuniquemos con el dolor
latente y logremos eliminarlo desde sus mismas raíces.
Disponernos a sanar nuestra alma reconociendo que padecemos
heridas que necesitan la intervención del Espíritu Santo, logrando
identificarlas poniéndolas en sus manos.
En la tarea de sanar es fundamental la fe en lo sobrenatural
de Dios, el milagro, lo que Dios hace en
el proceso de sanidad, lo natural lo hace el individuo en cuestión o sea el que
será sanado, y desatar la vida, eso es tarea de la iglesia (Juan 11:44)
“El que había muerto salió, atadas las manos y los pies con
vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y
dejadle ir.”
Cada una de estas pautas ha de cumplirse para la sanidad.
Hay tres ingredientes que debemos reconocer respecto al
proceso y son los siguientes:
1) La gracia
(favor no merecido) de Dios. 1ra.Juan 4:8, 1ra.Pedro 5:10.
2) La verdad Juan
17:17, 16:13. 14:6.
· Declarar a
Dios la verdad de mi vida.
· Lo que dice
Dios dice de mi vida es verdad.
3) El tiempo
redentor de Dios en ese tiempo deshace los nudos del pasado.
4) La oración y
disposición de trabajo personal para poder limpiar lo dañado.
Antes de reconocer que hay heridas, tenemos algunos
disparadores que podemos reconocer en nuestras vidas como por ejemplo:
problemas con la gente, angustia, echarle la culpa a alguien o a algo, en lo
físico (gastritis, ulceras).
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